Introducción
La romanización tuvo su soporte en la red de miles de ciudades que constituían el Imperio. El modelo más antiguo para los nuevos asentamientos fue el castrum, un recinto rectangular amurallado con una avenida central en forma de cruz, en el que vivían unas 30 personas. Pero el tipo más comúnmente utilizado fue el hipodámico, de procedencia griega. Éste tipo de ciudad estaba atravesada por dos calles principales; el decumanus, de Este a Oeste y el cardo, de Norte a Sur, que eran la referencia para el trazado de nuevas calles paralelas a estas, que dividían la ciudad en manzanas regulares. En los extremos de estas calles principales se situaban los portones de la ciudad. En el cruce de estas dos calles se situaban los edificios civiles y religiosos más importantes, como el foro. A pesar de la aparente organización de las ciudades romanas, las calles carecían de nombre y numeración.
La ciudad de Roma llegó a alcanzar probablemente más de 2.000 hectáreas de superficie en las que se albergó una población de más de un millón de habitantes -sobre esta cifra no hay acuerdo y se oscila entre un millón e incluso dos millones de habitantes-, aunque no de un modo confortable. Hay que tener en cuenta las zonas no habitables: edificios públicos, santuarios, basílicas, almacenes, termas, teatros, circos, tabernas, el cauce del Tíber, los jardines y parques, las zonas reservadas para los emperadores y el Campo de Marte, plagado de templos, pórticos, sepulturas, palestras, etc., pero donde no se podía construir. Por consiguiente, la superficie de viviendas para los romanos, libertos, esclavos y los extranjeros que visitaban la ciudad era reducida; si a ello se añade que no había medios de transporte adecuados y eficientes, era relativamente frecuente que un individuo no pasara jamás de unos límites territoriales bastante concretos.
Para albergar a tanta población en una superficie relativamente pequeña dos son los mecanismos básicos de aprovechamiento del terreno: calles estrechas y viviendas elevadas en varios pisos. Ello dotó a la ciudad de un desequilibrio entre los edificios públicos, fastuosos y monumentales, adosados o cercanos a estrechas casas y manzanas de edificios poco regulares.
Mobiliario y decoración: El mobiliario de las casas romanas era muy escueto y funcional. Las camas le servían a los romanos, además de para dormir, como sofá, para comer recostados y para tener relaciones sexuales. Para el alumbrado de las casas se utilizaban antorchas, velas y lámparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas de bronce o braseros fijos. El suelo estaba cubierto por mosaicos, cuyos temas hacían referencia a la finalidad de la habitación donde se encontraban. Las paredes solían estar decoradas con pinturas y cortinajes.
Comercios, alojamientos y talleres: Las tiendas (Tabernae), suelen ser de una sola estancia y un mostrador. Los Stabula, son establecimientos con establos que se componen de un patio abierto rodeado de comedores y en cuyo piso superior se encontraban los dormitorios. Los hospitia son hostales y poseen comedores, triclinia y dormitorios. Los popinae son construcciones dedicadas a la venta de comida y bebida. Los talleres se denominan officinae y los almacenes.
Como en cualquier civilización, la clase social del ciudadano marcaba el tipo de vivienda en la que habitaba. Existían dos tipos básicos de casa romana: la domus, vivienda unifamiliar con planta baja y una altura, ocupada por familias acomodadas, y la insula, bloque de varios pisos de viviendas de alquiler, donde se alojaban las personas con menos recursos económicos.
La romanización tuvo su soporte en la red de miles de ciudades que constituían el Imperio. El modelo más antiguo para los nuevos asentamientos fue el castrum, un recinto rectangular amurallado con una avenida central en forma de cruz, en el que vivían unas 30 personas. Pero el tipo más comúnmente utilizado fue el hipodámico, de procedencia griega. Éste tipo de ciudad estaba atravesada por dos calles principales; el decumanus, de Este a Oeste y el cardo, de Norte a Sur, que eran la referencia para el trazado de nuevas calles paralelas a estas, que dividían la ciudad en manzanas regulares. En los extremos de estas calles principales se situaban los portones de la ciudad. En el cruce de estas dos calles se situaban los edificios civiles y religiosos más importantes, como el foro. A pesar de la aparente organización de las ciudades romanas, las calles carecían de nombre y numeración.
La ciudad de Roma llegó a alcanzar probablemente más de 2.000 hectáreas de superficie en las que se albergó una población de más de un millón de habitantes -sobre esta cifra no hay acuerdo y se oscila entre un millón e incluso dos millones de habitantes-, aunque no de un modo confortable. Hay que tener en cuenta las zonas no habitables: edificios públicos, santuarios, basílicas, almacenes, termas, teatros, circos, tabernas, el cauce del Tíber, los jardines y parques, las zonas reservadas para los emperadores y el Campo de Marte, plagado de templos, pórticos, sepulturas, palestras, etc., pero donde no se podía construir. Por consiguiente, la superficie de viviendas para los romanos, libertos, esclavos y los extranjeros que visitaban la ciudad era reducida; si a ello se añade que no había medios de transporte adecuados y eficientes, era relativamente frecuente que un individuo no pasara jamás de unos límites territoriales bastante concretos.
Para albergar a tanta población en una superficie relativamente pequeña dos son los mecanismos básicos de aprovechamiento del terreno: calles estrechas y viviendas elevadas en varios pisos. Ello dotó a la ciudad de un desequilibrio entre los edificios públicos, fastuosos y monumentales, adosados o cercanos a estrechas casas y manzanas de edificios poco regulares.
Mobiliario y decoración: El mobiliario de las casas romanas era muy escueto y funcional. Las camas le servían a los romanos, además de para dormir, como sofá, para comer recostados y para tener relaciones sexuales. Para el alumbrado de las casas se utilizaban antorchas, velas y lámparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas de bronce o braseros fijos. El suelo estaba cubierto por mosaicos, cuyos temas hacían referencia a la finalidad de la habitación donde se encontraban. Las paredes solían estar decoradas con pinturas y cortinajes.
Comercios, alojamientos y talleres: Las tiendas (Tabernae), suelen ser de una sola estancia y un mostrador. Los Stabula, son establecimientos con establos que se componen de un patio abierto rodeado de comedores y en cuyo piso superior se encontraban los dormitorios. Los hospitia son hostales y poseen comedores, triclinia y dormitorios. Los popinae son construcciones dedicadas a la venta de comida y bebida. Los talleres se denominan officinae y los almacenes.
Como en cualquier civilización, la clase social del ciudadano marcaba el tipo de vivienda en la que habitaba. Existían dos tipos básicos de casa romana: la domus, vivienda unifamiliar con planta baja y una altura, ocupada por familias acomodadas, y la insula, bloque de varios pisos de viviendas de alquiler, donde se alojaban las personas con menos recursos económicos.